31 de enero de 2013

Golpe de Estado.

Una vez más, sentía un hueco en el medio de su pecho. Era como cuando se abre una lata, y queda abierta, sin posibilidad de cerrarse de vuelta, y la tapa es irregular y puntiaguda. Sentía como si miles de hilos tiraran de sus manos, desde dentro de su cuerpo. Literalmente sentía que sus venas se tensaban, haciendo que sus manos temblaran, igual que sus pensamientos. Divagaba entre una melancolía depresiva, un enojo insostenible y unas ganas de llorar que reprimía en el fondo de su ser. Represión. Eso sentía. Una dictadura militar en su interior que reprimía y desaparecía sentimientos sin escrúpulos. Pero nadie le escapa a la memoria. Y la memoria buscaba formas de permanecer. Buscaba formas desesperadas, dañinas, insanas. Ella sabía que para encontrar el camino de la paz, para acabar con ese golpe de Estado a su alma, tenía que derrumbarse, debía perder la batalla para acabar con el régimen. Pero podría ella sobrevivir a la pérdida y seguir en pie para verse libre?



20 de enero de 2013

Lluvia de corazones.

Era un día nublado, de esos bien melancólicos, de esos que tienen el extraño efecto de poner a las personas a reflexionar sobre lo irreflexionable. Sentada en el balcón, al cubierto de la lluvia, hacía un análisis detallado de cada ubicación donde las gotas se posaban, limpiando todo de lo sucio, de lo feo, de lo dañino.
Parecía como si en ese agua hubiese un perdón implícito, una disculpa atrasada, una renovación de sentimientos. Después de un aguacero todo parece más puro, no? Todo está cubierto de una tranquilidad casi de cuento, y en el aire se respira ese dejo del aroma de la tormenta tan cargado de emociones.
Qué bien le vendría una de esas lluvias a su alma, qué oportuno sería que las gotas se llevaran sus rencores y limpiaran sus heridas. Lástima, pensó, que su orgullo fuera impermeable.



5 de enero de 2013

Má.

Cocinabamos juntas cada vez que se lo pedía. Aunque sabía que prefería preparar las cosas ella sola, me encantaba saber que ponía primero mis ganas de aprender. Era la oreja perfecta, el abrazo en el momento justo, lo que no quería pero tenía que escuchar. Hacía de mensajera, de amiga, de jueza y de vaya a saber qué oficio necesario para esa situación. La daba por sentado más de la cuenta, y me quejaba de ella más de lo debido. De chiquita esperaba todas las noches a que viniera y me cantara esa misma canción en inglés que no entendía y que a la vez le encontraba todo el significado. Siempre supe que la tendría conmigo para toda la vida, porque las mamás viven hasta los 116 años no?
De alguna manera sigue estando conmigo. No de esa manera en la que uno puede ver al otro todos los días. Pero está, se hace presente. Es algo más rebuscado halar con ella, porque muchas veces me falta la respuesta o no la escucho en ese mismo instante. Mis oídos ya no pueden escuchar esa canción de mi niñez, ahora la escucha mi corazón. Ella no está acá conmigo y me sigue enseñando como si lo estuviera. Gracias a ella, se que muchas personas están presentes aún cuando no las ves, y muchas personas a las que ves todos los días no hacen valer su presencia. Y aunque me acostumbre a su nueva forma de estar conmigo, nunca voy a dejar de extrañar esa otra que la hacía más visible.

"You'll be in my heart, always".
Te amo mamá, ahora y siempre.