31 de enero de 2013

Golpe de Estado.

Una vez más, sentía un hueco en el medio de su pecho. Era como cuando se abre una lata, y queda abierta, sin posibilidad de cerrarse de vuelta, y la tapa es irregular y puntiaguda. Sentía como si miles de hilos tiraran de sus manos, desde dentro de su cuerpo. Literalmente sentía que sus venas se tensaban, haciendo que sus manos temblaran, igual que sus pensamientos. Divagaba entre una melancolía depresiva, un enojo insostenible y unas ganas de llorar que reprimía en el fondo de su ser. Represión. Eso sentía. Una dictadura militar en su interior que reprimía y desaparecía sentimientos sin escrúpulos. Pero nadie le escapa a la memoria. Y la memoria buscaba formas de permanecer. Buscaba formas desesperadas, dañinas, insanas. Ella sabía que para encontrar el camino de la paz, para acabar con ese golpe de Estado a su alma, tenía que derrumbarse, debía perder la batalla para acabar con el régimen. Pero podría ella sobrevivir a la pérdida y seguir en pie para verse libre?



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