Baja la
temperatura. Y con los grados se ve, por norma general, bajar el tono de los
colores de la gente. El bronceado desaparece, las ropas toman una gama más
opaca, y parece que hasta las almas se adormecen. Hay más días grises, más
narices rojas, más resfriados, más sueño. Pero para mí la llegada del frío trae
algo más. El ambiente adquiere aire mágico. En el verano se anda destapado,
colorido, irradiando euforia por todos los poros, todo está más expuesto. En
los inviernos, por el contrario, se tiende a cubrir todo eso. Y no
necesariamente tiene que ser algo negativo. Hay algo especial en sentir el
propio calor en contraste, como si los sentimientos se juntaran a resguardarse
del frío del exterior, y tuviéramos que jugar a descubrirlos como una búsqueda
del tesoro.
Cuando el ser humano aprenda a aceptar, valorar las cuatro estaciones y respetarlas...será "feliz". Abrazos desde el frio y la lluvia.
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