29 de marzo de 2013

Esperando la correspondencia.


Todas las mañanas, a las 8.00, cuando salía para el laburo, me encontraba con una viejita simpática, ya más cerca de los cien que de los noventa, sentada en la puerta de su casa. Era la abuela de un compañero de primaria, Rami, tomábamos chocolatada con melbas juntos cuando teníamos contraturno. Ya me había acostumbrado a salir un poco antes de mi casa, porque sabía  que si me veía me esperaban minimo 20 minutos de la misma historia, repetida cual disco rayado:
-          Sra Norma, como le va?
-          Bien, un poquito más vieja nomás.
Y después las preguntas de cortesía sobre su nieto, las quejas de doña Norma porque seguía sin entender la computadora que Ramiro le había comprado antes de irse a España y la misma pregunta de despedida:
-          Sigue esperando la correspondencia?
-          Y sí che, algún día llegará.
La “correspondencia” era una supuesta carta que su nieto le iba a mandar en cuánto se instalara en España. Pero no llegaba, y ya hacía rato que yo sospechaba que el muy sinvergüenza se había ido para sacarse a la abuela de encima y no tenía ninguna intención de contactarse.
Pero tuvo que volver, y no en la mejor de las circunstancias.
Resulta que a doña Norma le dio un infarto una de esas mañanas. La encontré yo, y tuve que encontrar al nieto para avisarle, era el único pariente vivo de la pobre mujer.
En el funeral, hablando con Ramiro, me entero del por qué de la falta de contacto. La señora Norma no tenía teléfono fijo, y nunca se le pasó por la cabeza que una carta pudiera llegar, no por manos del cartero, sino a través de ese cacharro moderno que nunca aprendió a usar.




1 comentario:

  1. Tenía re abandonado tu blog, entré y había como 3 posts nuevos. No dejés que vuelva a pasar, por favor.
    Me gusta cómo escribís, ya te lo he dicho. Tus textos son muy agradables, no sé si te lo he dicho.
    Un beso pibi.

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